La reforma de este edificio en uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad como es Triana busca adaptar el espacio a dos viviendas independientes pero que se entrelazan entre sí.

La distribución consigue encajar las zonas comunes de una de las viviendas en planta baja junto con un dormitorio, relegando a la planta primera el segundo dormitorio. En cambio, la otra vivienda, desarrolla el programa tanto de zona común como de dormitorios en planta primera.

Las viviendas completan sus estancias con un espacio más en cada una de ellas en la segunda planta, dando acceso a la azotea común del edificio.

La intervención gira entorno al patio central del inmueble. Este espacio se convierte no solo en un punto de entrada de luz y ventilación sino en un punto que une la primera crujía del edificio con la parte posterior.

El proyecto respeta gran parte de la materialidad existente jugando con lienzos de muros encalados en blanco y otros con la fábrica de ladrillo vista, manteniendo el carácter de casa tradicional. Además, se dejan visto otros elementos como vigas de madera originales.

Los suelos de planta baja son porcelánicos en color gris imitando a la piedra mientras que en planta primera se emplea un suelo continuo de madera laminada. El empleo de la madera y de elementos metálicos en color negro crean el contraste necesario con las paredes blancas y de ladrillo.

La escalera interior de la vivienda de planta baja se lleva a cabo en metal negro con huella de madera, mientras que en la otra escalera, se reviste la tabica y huella con el mismo pavimento de madera de la vivienda de planta primera y se acompaña de una palillería del mismo material.

El patio se cierra con una carpintería metálica de color negro y se pavimenta con ladrillo cerámico siguiendo el mismo lenguaje.

En planta primera se mantiene el lenguaje más tradicional con la mezcla de una parte de obra nueva más contemporánea, donde se deja visto el hormigón del forjado o se emplean puertas de mayor altura y sin marco.